Algo preocupante en relación a la salud es que, en estas últimas décadas, ha aumentado significativamente el número diagnósticos relacionados con trastornos y enfermedades psicológicas y, con ello, ha aumentado también del uso de fármacos para su adecuado tratamiento. Pero… ¿Qué es lo que está pasando?, ¿Realmente cada vez hay más personas enfermas?, ¿Están surgiendo nuevas enfermedades? Es algo sorprendente debido a que, con el paso del tiempo, la medicina ha evolucionado a gran escala, sin embargo, hay más problemas de salud que antes.

El peligro de los sobrediagnósticos y la sobremedicación

La respuesta a este misterio se descubre cuando se observa que cada vez se diagnostica más, hay más etiquetas para delimitar ciertas conductas o determinados pensamientos que se consideran “anormales” o problemáticos y por lo tanto se patologizan. De ahí que el Dr. Wilson anuncie y repita que “¡Una diferencia no es una enfermedad!”

Investigaciones recientes muestran como, debido a ese sobrediagnóstico, se ha duplicado, e incluso triplicado, el consumo de fármacos para tratar problemas de ansiedad y depresión principalmente en adultos, o el famoso TDAH en niños y adolescentes.

Esto nos lleva a tener en cuenta todos los aspectos del individuo relacionados con la probabilidad de que una enfermedad se desarrolle a lo largo de la vida de este. Y de ahí que se llegue al debate de la genética y su explicación biológica simplista.

Tus genes no son tu destino

Caemos en la trampa de pensar: “Si mi madre, mi abuela, mi bisabuela y mi tatarabuela tuvieron problemas relacionados con X, yo también los tendré, es genética”. Bien, en cierta medida es cierto, pero no predecible al 100%. Me explico, los genes no son el destino, están determinados en gran medida por el contexto. Tanto nuestros actos como el contexto el que los desarrollamos condicionan notablemente qué genes se manifiestan, en qué momento lo hacen. Si fuesen un juego de luces, determinados genes se activarían o no dependiendo de cómo dirijamos nuestra vida y el contexto que en ellos influya. Por eso es tan importante la presencia de ciertos hábitos, comportamientos, formas de pensar o de relacionarse con el mundo y con uno mismo.

De ahí que varias investigaciones descubrieran como, por ejemplo, los genes ligados a la esquizofrenia o al cáncer protegen a su portador de desarrollar una demencia como el alzhéimer. Por lo que no estamos predestinados, no somos seres pasivos esclavos de nuestros genes, los genes siempre son genes en contexto.

Una vez sabes esto parece que te observas de manera diferente a ti mismo, quizás con más poder o capacidad para influir en tu propio destino.

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